Verónica Werckmeister

Patito feo I

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En algunas ocasiones me he referido al arte comunitario como el “patito feo” del movimiento Street Art. No es ostentoso, no se nutre de artistas “estrella”, no promueve una marca y por supuesto no suele ser digno de reproducir en camisetas molonas. El arte comunitario emerge a veces espontáneamente, a veces engendrado, a veces el resultado es bueno y a veces no, pero ha existido durante muchísimo tiempo. Para mí es un ejemplo de una cultura accesible, democrática, abierta y honesta.

He pasado los últimos 16 años promoviendo la idea de que el arte público debería  tener un elemento de proceso participativo.  He realizado decenas de murales participativos, la mayoría en España. Creo firmemente que la cultura contemporánea es capaz de producir obras de gran calidad como resultado de la colaboración entre artistas profesionales y no-profesionales que traten temas que tienen significado para las comunidades en las que se ubican: específicos al lugar y su entorno social.

Participar en la cultura más allá de meros espectadores y como productores intensifica nuestro sentido ciudadano, nuestra empatía y nuestra conciencia social. El arte comunitario que perdura puede crear una cadena de comunicación entre el pasado, presente y futuro, fortalece nuestros barrios aportando historia y significado que a su vez envalentona al participante a incidir en todos los aspectos individuales y comunitarios de su sociedad.

Cuando iniciamos un proyecto de arte comunitario, lo primero es plantearse cuestiones de calidad, permanencia y participación social. No solo debemos utilizar los mejores materiales para preparar la superficie y realizar la obra en sí, pero debemos tener expectativas de calidad altas para los artistas que facilitan el proceso y los participantes que sin ser profesionales crean en colaboración.

Intervenir en el espacio público requiere un gran sentido de responsabilidad. La práctica artística que proviene de la colaboración entre artistas y “no-artistas” debe tener, también un rigor artístico y unas expectativas correlativas. Es un juego de equilibrio  y un gran reto que si prospera, contribuirá a incrementar el valor asignado al arte comunitario en general.

En Vitoria-Gasteiz, estamos logrando esta hazaña, sin prisa pero sin pausa, produciendo 16 murales en los últimos 10 años. Los murales que se han producido han sido reconocidos en numerosas publicaciones y foros, a menudo incorrectamente identificados como murales de autor….el “patito” ya no es tan feo…

En 2012 asistí a un congreso en Valencia titulado “Cuestiones de Conservación en Murales modernos y contemporáneos y me sorprendió saber que hubiera tantas personas formadas, interesadas e incluso preocupados por la conservación y el valor de murales públicos. Hasta entonces me había parecido al arte comunitario se le asignaba muy poco valor desde las esferas académicas y artísticas.

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